lunes, 30 de agosto de 2021

Caminando.

Encontrarte bien, aunque algo decaído. No tener miedo a salir. Disfrutar jugando. Descargar tus penas en unas cuantos párrafos, aprender a respirar, a convivir con la ansiedad constante, con la agorafobia. Poner límites y respetarte. Volver a pasear, contemplar el atardecer sobre el Ambroz desde las alturas de Valcorchero, encontrar las palabras exactas, las canciones que te acompañan, la paz que parecía perdida, incluso algo del sueño escondido entre pesadillas constantes e inquietud. Buscar ese botón que apague tu cerebro, tus ideas por algún instante, sentarte a la sombra en un cancho y mirar la nada, o un perro vagando. Que el viento te golpeé y te despierte. Creer que el camino está hecho, sólo falta cruzarlo. La impaciencia de volver. La necesidad de más tiempo, de caricias, de abrazos, de confianza, de equilibrio.

Lo que tú quieres, lo que yo necesito. Lo que tú buscas, lo que yo tengo.

El miedo a que todo estalle, a desmoronarme, a lo que no controlo, a lo que implosiona en mi mente. 

Hoy no me apetece escribir. Quizá mañana. 

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