domingo, 15 de agosto de 2021

La palabra suicidio.

 Te diagnostican trastorno ansioso-depresivo. La depresión te provoca ideaciones suicidas. Te medicas. Los antidepresivos y tranquilizantes tienen como frecuente efecto secundario ideaciones suicidas. 

Y vas sobreviviendo. A veces, sólo es una idea que flota en el ambiente, un sentimiento de culpa, de incompetencia, de estorbo, de querer desaparecer. Otras veces es un pensamiento nubloso, anclado en las pocas ganas de vivir más que en el deseo de la muerte, en sentir que esta vida no es vida, no tiene el valor que tenía, que no disfrutas de lo habitual, de lo cotidiano, que todo te produce malestar, mareos, tristeza, nerviosismo, miedo, angustia, la sensación de que en cualquier momento puedes desvanecerte y el terror a que sea en ese momento, en el que estás sólo en la piscina con tu hijo, en el que estás conduciendo intentando que la cabeza no piense más de lo que debe. 

Otras veces es más concreto, más exacto. Visible, palpable. Con fecha, con método. Te ves muerto y es lo que te para. Tu cuerpo muerto, yaciendo en la cama o en el suelo. Quizá en la calle para huir de la mirada de tu mujer, de Candela, de los niños. Y eso es lo que va retrasando la fecha y te hace ganar días a una vida que no tiene sentido, o que lo tiene pero no lo encuentras, una vida que duele, que amarga cuando la muerdes, que te arrastra cuando te duermes, que te devora cuando estallas y no eres dueño ni de tu voz ni de tu cuerpo.

Han vuelto las crisis, las pesadillas, los tartamudeos, los temblores, el miedo a salir a la calle. Se esfumará, pero de momento ahí están. Y quiero escapar. De casa, de mi vida. O quiero volver a empezar, como si nada existiera. En otra parte, en otro lugar, olvidando todo a lo que daño. O seguir igual. Volver a trabajar, sabiéndome triste, incapaz casi de hablar. 

La exigencia. Querer ser lo que no puedes ser, lo que tu cuerpo no te deja, lo que a nadie le importa. Y exigirte a seguir siendo así y la ansiedad cuando no lo consigues, la culpa cuando te sientes abatido, cuando en el proceso ves derrota o rendición.

La culpa. La apatía. No querer hacer nada. Culparte por no hacer nada. No hacer las tareas de la terapia, porque no tengo fuerzas, porque no tengo ganas, porque no tengo ideas, porque tengo miedo, porque la exigencia de no utilizar tiempo para mí, por no dejar de pensar en todas esas cosas. 

A veces venzo a la tristeza. Y salgo. Y me baño. Y juego, con todo el dolor y miedo que ello me produce. Pero he vuelto a carecer de voluntad. Sin ganas de pasear, de hacer deporte, de ver películas, de leer, de escuchar música. Hay música que tengo encerrada para no odiarla.

Últimamente no dejo de pensar en Diego Paredes, en el blog que de vez en cuando frecuentaba. En su último post, días antes de suicidarse.

https://diegoparedesgomez.wordpress.com/2020/09/17/si/


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