jueves, 2 de septiembre de 2021

¿Cuándo acabará?

Ansiedad, ansiedad, ansiedad.

Los tres últimos días han estado comandados por la ansiedad.

El insomnio, el cansancio, la falta de paciencia, las pocas ganas de hacer nada, la necesidad de hacer muchas cosas a la vez, de sentir que me falta el tiempo aunque los días se hagan largos. 3 días sin escribir, sin meditación, sin pasear. No sé si es causa o consecuencia. 

Ganas de llorar, de apartar a la gente que me abraza, de alejarme de todo, ninguna gana de hablar, ni de caminar. Un miedo atroz a salir de casa, sentir que no quiero quedarme encerrado, tener que hacer algo, marearme cuando estoy ocupado. Ansiedad. Ganas de comer, comer y comer. Falta de apetito a la hora de comer. Que el tiempo pase. Querer trabajar. Odiar mi trabajo. Odiarme a mí. Sentirme absurdo e inútil. Otra vez ideas suicidas. Los desafíos de Mario y yo, tan débil y tan agresivo. 

¿Qué me aconsejaría para cuando estoy mal? Hacer lo contrario a lo de estos días. Llorar, pedir ayuda, gritar que estoy mal, acostarme, hacer ejercicio, pasear. Todo me sobra. 

He pasado de estar relajado, de estar tranquilo, de aconsejar a Patricia, a sentir un miedo atroz, a sentirme sólo e inútil cuando se va a trabajar, a temer qué pasará cuando empiece la rutina en la que dos tardes a la semana no estará y yo no pueda dedicarme ni un segundo a mí y se me amontonen las peticiones, los baños, las cenas, mi ansiedad. 

De organizar un viaje a no estallar en el cine, en el coche, en casa...

Estoy enfadado, molesto, desagradable. No quiero esto. No sé qué quiero. Quiero que pare ya. Me quiero olvidar de mí, de mis pensamientos, de que todo está mal. Quiero ser productivo, positivo, sumar. Necesito sumar. Me consumo. Ideas constantes, fugaces, obsesiones que no paran hasta que no salen, incapaz de callar, de descansar. 

Quiero estar solo, no depender de nadie, que nadie dependa de mí. Necesito parar. No sé cuándo acabará, no sé si acabará. Ves unos días de paz, de convivir con la ansiedad, de aprender a sobrellevarla y todo vuelve a oscurecer. Las piernas vuelven a doler, la cabeza a palpitar. Es una sensación extraña, una peso que me comprime el cráneo por la parte superior, por sus laterales. Ahí es cuando todo se estropea, cuando mis pensamientos se vuelven sucios y mis intenciones, dañinas. Y no soy cariñoso, ni comprensivo. No lo soy ni hacia fuera ni hacia mí. 

Ojalá se fuera con las pastillas, con la medicación. Ojalá supiera hacerlo desaparecer. Ojalá rompiera a llorar o me rompiera, sin más. A veces pienso que necesito estar roto del todo, despedazado para volver a empezar, para recolocar cada parte de mí, de mi mente que no cesa, como rayos, como fogonazos constantes que me aturden y me hacen temblar, me hacen sentir ingenuo e ignorante, una voz fugaz prescindible e innecesaria, una opinión absurda que no puedo contener. Y sólo puedo preguntarme ¿Cuándo acabará? ¿Cuándo me dejaré de quejar?

No hay comentarios: