Cuando todo es silencio,
salvo el canto de los grillos,
de alguna cigarra o de una culebra,
del aullar de perros alejados del ruido
Cuando todo es oscuridad
menos la sonrisa tímida de la luna
el estallar de una lejana tormenta de luz
o la puerta de Urgencias, siempre con gente.
Cuando todo es quietud,
hasta el baile dormido de los juncos,
hasta la suave caricia del viento,
hasta las luces de la ciudad, que parecen parpadear.
Se hace la noche y suena el silencio,
Intento callar mis gritos, alejarme del ruido.
Todo duerme. Cada uno en su cama, con un beso de buenas noches.
Ya no hay nadie en el patio.
La nada se apodera de las plantas
Y yo aborrezco la idea de volver dentro
Pero he olvidado como se vive fuera.
Y aquí, en lo alto de la ciudad,
alejado de mis miedos
De mis odios
Y de mis bondades,
Aquí, en esta roca áspera y dura, me siento
Para descubrir qué siento
Si todavía siento.
No me quedan lágrimas pero si tristeza
No me queda alegría pero sí sonrisas
No quiero la muerte, pero tampoco la temo
Quizá la persiga
Quizá me persiga.
Aquí, atraído por el olor a lluvia,
por los rayos de tormentas eléctricas,
Aquí me siento y pienso
En todo lo que me pesa
Y temo no volver
Y quiero no volver
Y sueño con dormir aquí
Y que al despertar haya otro amanecer.
Cierro los ojos. Emprendo la marcha.
Ruge el viento, el aire de tormenta,
se sacuden los arbustos, golpea con violencia una papelera.
Todo es oscuridad. No habrá amanecer
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