viernes, 17 de septiembre de 2021

Dudas.

 Me tiembla el pulso. Me palpita el corazón, se acelera. El dolor de cabeza va y viene, como si latiera. Casi no acierto a teclear. Necesito respirar. Me siento mejor. Ya sonrío, ya doy más pasos hasta que se paran las piernas, ya descanso aunque a días vuelvan las pesadillas. A veces me noto más yo, acariciando a Patricia, sintiéndome cerca de ella, queriendo jugar con Mario, escuchar las mil historias de Candela, anonadado ante la imaginación activa de Mateo. 

Pero de repente me freno. Y me entra un horrible miedo. Tengo miedo al futuro, a no saber. Mi cabeza quiere correr, quiere actuar, se ve capaz y, de pronto, me siento el hombre más torpe el mundo, un valor infravalorado y desaprovechado en mi trabajo, un valor sin valor fuera de él. Miedo a este mundo de competencia. Miedo a estudiar, a dar pasos, a fallar, a tropezarme y volver a caer, a no ser lo que a veces, en los momentos de lucidez o de delirio pienso que puedo ser.

Hay pasos que necesito que otros den por mí, que me empujen, que me arrojen al vacío. Pero tengo miedo de salir ahí fuera y retroceder a puntos no muy lejanos. También tengo prisas. Me vuelvo loco. 

No sé cómo haré para volver al trabajo, ni cuándo volveré. Siento que cada día estoy más preparado, pero tengo un miedo atroz.

Sé que tengo que dejar el trabajo pero, ahora, no soy capaz de tomar decisiones y afrontar retos que me preparen para ello. He abierto la página del curso de formación de la empresa y he empezado a hiperventilar. Temo que después, cuando vuelva, será tarde y la rutina, la inercia, la necesidad y la falta de tiempo me llevarán a seguir soportando lo insoportable hasta, probablemente, volver a caer. O, en el mejor de los casos, ser una sombra inerte de por vida ante un ordenador pero un ser sonriente y alegre en casa. 

No sé qué pasará cuando me plante ante las personas que me han hecho daño, que han tomado decisiones injustas, en contra de mis derechos y de la propia empresa y que lo hicieron de forma consciente para mermar mis capacidades, para anularlas y despreciarlas. No sé cómo será ese encuentro. No sé qué dirán. No sé qué predisposición habrá. Me gustaría ser tan optimista como Patricia pero sé que no será así, que no habrá brazos abiertos ni soluciones. Tal vez, unas semanas de buenas caras pero sin cambiar nada.

Me siento muy débil. Eso todavía lo noto. Aunque tengo días de ilusión, me siento tremendamente débil, temeroso e incapaz. Y aquí no hay hadas madrinas ni milagros que ofrezcan una solución caída del cielo. La tengo que buscar yo y no me siento preparado pero tengo prisas por estarlo, y eso me afecta y me retrasa. 

Hoy iré de cumpleaños. Espero reír y ser feliz. Será una tarde complicada. Ha sido una semana larga y difícil y noto que estoy empezando a soltar todo lo acumulado, empieza a sonar la pesa que ha contenido toda la presión. De momento, el vapor sale lento y controlado.

No hay comentarios: