jueves, 30 de septiembre de 2021

Llantos.

Hoy no sé ni cómo me siento. Por un lado estoy tranquilo, me siento feliz. Lloro escuchando el disco de José; hablando de Mario con su maestra, escuchando su alegría y la grandeza de mi hijo. Lloro mirando a Candela, asumiendo su castigo y su culpa, su pena y su pelea, la confianza que se resquebraja y no sabe por qué. Lloro feliz oyendo las historias de Mateo, su ilusión al acudir a su primera fiesta de cumpleaños, lloro al ver la prensa, los titulares, el machismo constante, la violencia que no se entiende como violencia ni como machista. Lloro cuando el ruido me aturde y no sé hablar con mi madre y mi padre, cuando Phoebe ladra y mi paciencia se quiebra. Lloro cuando pienso en el futuro y no sé controlar la euforia ni la depresión y no encuentro un camino intermedio. 

Lloro cuando Patricia llega tarde y no tenemos fuerzas ni para hablar, o cuando recuerdo su cabeza sobre mi hombro o su mano con la mía viendo la última película que nos apetezca.

Estoy cansado. Están siendo días agotadores, quizá por eso lloro. También porque no sé el camino de vuelta ni sé quedarme aquí.

No hay comentarios: