miércoles, 29 de septiembre de 2021

Volver.

 

Me siento débil. Mi cabeza es un mar de ideas y de dudas, de miedos y temores, de vértigo a tomar decisiones, de responsabilidad económica y sanitaria, que a veces parecen incompatibles ¿Cómo arriesgar lo que tienes? ¿Cómo agarrarte a lo que te daña y ha arrastrado a toda tu familia? ¿Qué ideas de las que tengo son buenas? ¿Cuáles son quimeras, misiones imposibles, fantasía sin futuro ni pan?

Ayer me desperté comiéndome el mundo. Estructuré en un papel todas mis virtudes, todas mis opciones, todos los planes, cómo vertebrarlos, cómo hacerlos realidad. En cuestión de horas, se cayeron. Como quien coge la carta más baja del castillo y ve todo derrumbarse ante sus ojos y tu cuerpo se queda mirando el desastre, sin ser capaz de mover las manos para recoger, mucho menos para reconstruir. 

De pronto, toda mi mejora se desvanecía. Volvía el dolor de piernas, el dolor de cabeza, la desorientación, oír conversaciones, incapaz de escuchar, dolor de cabeza, torpeza en las manos y palabras que no salían de mi boca. Tengo un miedo atroz a todo. A mí, a lo que pueda volver a pensar mi cabeza, a no salir, a tener que salir y que volver a trabajar. Lo veo más cerca y lo temo más que nunca. Y no pido ayuda. Tengo en un documento word y en un papel metido en un buzón algunas ideas de lo que me gustaría ser pero que soy incapaz de verbalizar. Siento que cuando salga de mi boca se volverá humo, vacío, utopía. 

Y hoy estoy mal. Desde anoche me siento nadie, inútil, vulnerable, incapaz de dejar lo que me duele, cobarde o demasiado responsable. No lo sé. Necesito tumbarme, llorar en tus brazos y que el silencio haga lo demás hasta que me duerma. Pero el mundo continua imparable y persistente y a mí me faltan las fuerzas para levantarme de la silla y mirar a los ojos de nadie.

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