viernes, 10 de septiembre de 2021

Prevención del suicidio.

Es difícil asumir que no puedes hacer algo y son muchas las cosas que no puedo hacer. Y a veces las realizo y las consecuencias son inmediatas. Hoy he hablado para la televisión. No he pensado en la ansiedad cuando he dicho que sí. Tampoco cuando estaba delante del micrófono. Después he empezado a temblar, a sentir esa inestabilidad en las piernas, la rigidez, la sensación de tenerme que sentar, de no poder caminar, de haber olvidado cada palabra de lo que he dicho, de saber si he hablado con sentido. 

Y me he querido hundir en la tierra, borrar todo lo pasado. Desaparecer.

Es difícil asumir que no puedo quedar con la familia, con amistades, celebrar cumpleaños. No he puesto freno a eso en estos 7 largos meses. Quizá haya salido menos, haya quedado menos, haya buscado más días en el medio, pero al final siempre he accedido o he ido a lugares temidos. Y no puedo hacerlo. No puedo quedarme encerrado en casa pero tampoco puedo intentar vivir como si nada me pasara.

Me paralizo, tartamudeo, me desoriento, me olvido de todo, me olvido de mi, me encierro al aire libre y delante de todos, empequeñezco pero mi sombra es gigante.

Me es difícil asumir que no puedo trabajar, que no estoy en condiciones. Y más cuando el resto de la vida tiene esa apariencia de normalidad. Cuidas de la familia, haces la comida, llevar a Candela, Mario y Mateo al colegio, ir al supermercado, hacer la compra, cambiar de compañía de teléfono, llevar el coche al taller o a pasar la ITV, salir, tomarte algo, ir a la playa, a un concierto. La vida tiene apariencia de normalidad vista desde fuera, pero en mis ojos todo tiembla, cada acción es un desafío. Encontrarte con una madre en la puerta del colegio, tener que saludar, responder. Me veo desnudo. Me siento inseguro y desnudo, como si una daga hubiera abierto mi cráneo y todos mis temores, mis inseguridades, mis vicios, mis secretos salieran a la luz. Y quiero desaparecer. Es difícil asumir que no puedes hacer eso. Es difícil asumir que no puedes dejar de hacerlo.

Es difícil asumir que tienes miedo, que todo te da miedo. Incluso dormir. Apoyar la cabeza, cerrar los ojos y empezar a sentir distintos estímulos, a ver imágenes nunca vistas, a repetir pesadillas que no cesan, a despertarte en otro cuarto, a alargar la mano y querer tocar algo que estaba en tu sueño. 

Es difícil asumir que no puedes conducir. Eso que has hecho siempre. Más de 500.000km, horas en la carretera entre Plasencia y Mérida. A Jerez, a Villanueva, a Santa Amalia, a Badajoz, a Hernán Cortés, a Arroyo, a Don Benito, a Alzira, a Sevilla, a San Fernando, a Almería, a Murcia, a donde fuera... Y ya no lo puedes hacer. No puedes. Hay días que sí. Y hay días que tus pies no tienen fuerza para pisar el acelerador o el freno, que es lo que más miedo te da. Y te convences de que puedes, de que debes, de que lo necesitas porque has pasado tanto tiempo al volante que es parte de tus manos, de tu ser, y sientes que te agotas, te consumes y te pierdes cuando tienes que coger una curva y no sabes si llegará la ansiedad, una ligera desorientación o esa pesadez que te atraviesa el cuerpo y que te hace ir lento, no poder girar el cuello, ni flexionar las rodillas sin dolor.

Hay conversaciones que no recuerdo. Hay mañanas enteras que he olvidado que he hecho. La noche es una pesadilla constante que no termina. Hoy me he levantado en distintas camas sin saber cómo he llegado. 

Me siento más vacío e inútil que nunca. Me siento incapaz de todo y con la necesidad de poder hacerlo todo. Y, a la vez, no quiero hacer nada. Pienso una y otra vez en el trabajo. En volver y simplemente dejarme llevar. En estar como estaba antes ¿Qué más da el lugar? ¿Para qué estar en casa? ¿en qué ha mejorado no trabajar? ¿Podría empeorar?

Me obsesiono y pienso. Pienso y escribo. Escribo y borro. Me siento ridículo. Quiero que desaparezca todo lo que he escrito, esfumarme, no dejar rastro. No quiero salir de esta habitación, que nadie me espere. Quiero llorar o romperme en pedazos. Necesito ver mis pedazos para sentir que hay algo. No sé por qué he contado lo que me pasa. Me siento sólo pero sin poder estar solo. Querría ser nadie. Poder así actuar, ser libre. Sin que me viesen, sin que me esperasen, sin que sintieran nada ya sin mí. 

Hoy es el Día Internacional de la Prevención del Suicidio. 3671 personas se suicidaron en España en 2019. Eso quiere decir que hoy se suicidarán 10 personas. Se estima que unas 90 lo intentarán. Y más de un millar pensarán en ello, lo verán como una solución, lo planearán, idearán su muerte, el modo y el momento. La idea se irá para una gran parte de ellos. Un golpe de razón aparecerá en la desesperanza. Quizá una caricia, una sonrisa, una llamada. 

Yo no quiero suicidarme, aunque lo piense, aunque lo haya ideado, aunque me ha imaginado haciéndolo, incluso habiéndole puesto fecha. No quiero suicidarme, ni voy a hacerlo, aunque me temo y me condeno cuando el dolor de cabeza es tan fuerte que me siento capaz de ser violento. No lo soy. Estoy convencido de ello. No lo voy a hacer. Estoy seguro de ello. Quiero vivir, pero es difícil asumir que no puedes hacer ciertas cosas, necesito volver a vivir sintiéndome pleno. 

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