sábado, 4 de septiembre de 2021

Hablar del amor...

Me gusta ver atardecer en Valcorchero, como se esconde el sol por el Ambroz, como todo coge un distinto color.

Me gusta la sonrisa de Mario cuando juega, cuando comparte sus momentos con Candela y con su prima Sara. Es feliz. 

Me gusta caminar y perderme pero saber dónde estoy, respirar en la montaña y que no haya nadie, que anochezca y el frío recorra mis piernas.

Me gusta acariciar con mis pies las piernas de Patricia mientras vemos una serie a la que casi no presto atención.

Me gusta el gesto de Phoebe mientras duerme, su mirada mientras espera, su cara de felicidad contenida.

Me gusta no saber de qué habla Candela, con qué pasión conversa con Sara, lo claro que lo tiene todo.

Me gusta escribir de cosas bellas: de mi madre titubeando al teléfono, de mi padre hablándote del coche o del último chisme del móvil, de la cara de Carlos con Gael, de sus juegos con todos y todas sus sobrinas, del coraje de Javi bajo ese cuerpo cansado, del cuerpo de Raúl sentado en el teatro escuchando a Robe... Ojalá lo consiga.

Me gusta hablar de cosas felices, de saber que también puedo alegrarme, que no todo es esta pesadez, este eterno verano que me sofoca y me hace arder la cabeza, que me aturulla, que no calla, de constantes mensajes, de ideas que no se frenan, de decepciones que soy incapaz de desoír, de una vida que va más rápido en mi mente que en la realidad y la que no sé ponerle freno.

Mañana va a ser un día largo. Viaje, hotel, comida, piscina (esperemos) y concierto. No sé si estoy preparado. He hecho todo lo posible para llegar descansado, aunque dormir sigue siendo una utopía, aunque la siesta sea una pesadilla. Tengo ganas. Quiero. Lo necesito. Tengo miedo. Hay canciones que un día fueron mi salvación y mi cura y que no he querido volver a escucharlas, a las que temo por todo lo que representan, por los lugares a los que me llevan. Todavía duelen.

Y quiero trabajar. Eso me pesa mucho. Estar de baja, cobrando y no trabajar me pesa mucho. Necesito estar activo, hacer cosas. Mi cabeza siempre está pensando en lo siguiente, en lo pendiente, en lo que podría ser, en qué tendría que hacer. Eso me pesa mucho. Y los terrores nocturnos se repiten una y otra vez en el mismo entorno. Y no sé cuándo volveré, ni cómo. Me gustaría que todo fuera bien, pero no lo creo. El pensamiento realista es más negativo que el pensamiento pesimista.


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