viernes, 24 de septiembre de 2021

La noria

 No sé si es noria, si es montaña rusa, si es un tiovivo. Mi cabeza estalla, se agolpan ideas, pensamientos, soluciones, brillantes ocurrencias que se vuelven simplistas y absurdas al paso de unas horas. 

Vivo montado en esa noria, cuyo billete compré no sé cuándo y desconozco el tiempo que durará la atracción. 

Hay momentos del día que pienso con lucidez, que actúo con rapidez, que creo en la curación y en el después, que creo en mí y en lo que puedo y quiero conseguir. Planes de igualdad, documentales, edición de vídeo, reportajes, entrevistas, un programa nuevo, una conversación tranquila y empatía y comprensión, un equipo de trabajo o yo, sólo, dando pasos hacia el mundo que quiero ser. 

Sube la noria y lo ves todo desde lo alto con ojos grandes y luminosos y llega el vértigo, el momento de la bajada, el desánimo, el cansancio, el dolor de cabeza, la tormenta de ideas que deja truenos y pocos rayos, la desconfianza, el agotamiento. Me cuesta pensar, escuchar, conversar, ser positivo. Son esos ratitos de odio, de abatimiento, en el que el cuerpo me pesa y todo lo que pienso, digo o hago sobra. Y me aborrezco. Me cuesta dormir y despertarme, volver a arrancar y nada de lo que veía durante la subida tiene sentido y ya no veo horizonte, sólo veo tierra, gritos, muchos cuerpos que se mueven como ausentes, sin prestar atención al vagón de mi noria. 

Hay momentos buenos. Pero hay instantes terriblemente duros, tristes, desesperanzadores y apáticos, en el que mi yo heroico y activo se aplastado por la criptonita de la autoestima y lo imposible. 

Que pare la noria y que me pille a la mitad.

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