lunes, 11 de octubre de 2021

La culpa

 Llevo tres días sin apenas dormir. Dificultad para conciliar el sueño, pesadillas constantes y repetitivas, sueños que continúan después de despertar y volver a cerrar los ojos.

El trabajo, la amistad, la vida familiar. Todo es susceptible de tener su espacio más negro en mis sueños. Y no sé qué hacer. No tengo rutinas, no he creado los espacios necesarios ni los tiempos apropiados, hace días que no escribo, no sé cuándo fue la última vez que fui andar por el mero hecho de caminar y los vídeos de meditación han caído en el olvido. Me olvido de mí, siempre hay otras prioridades antes que esas y entonces me planteo qué estoy haciendo, si soy consciente, por qué no lo revierto. ¿Acaso temo recuperarme? ¿Estoy haciendo todo lo posible para curarme? ¿Es culpa mía seguir así?

Porque no pongo freno. Siento mi vida como una vorágine en la que todos mis planes, todas mis necesidades quedan aplazadas, ni siquiera las planteo. Tengo un miedo atroz a intentar llevarlas a cabo y fracasar. Y es cuando pienso que soy culpable, que estaba bien y he retrocedido a un lugar en el que la ansiedad mi impide ser feliz pero me quita la libertad que me aterra, me permite no errar en los pasos que deba dar ¿es así? ¿Alguien siente lo mismo que yo? ¿Sentís esa culpa de no avanzar en la enfermedad, muy probablemente, porque no quiera volver a trabajar y me asuste todo lo que hay detrás?

Ser yo mismo pero temer sus consecuencias. Sentirte nada, un absurdo protestón de redes, un ideario sin acción, sin lucha real, atrincherado en mi casa; en mi cama; en mi comodidad, aunque duela, para no afrontar decisiones, para no cambiar nada de lo que digo que está mal. No tener fuerzas para hablar, para pedir ayuda ¿o no querer? No saber cómo serán los reencuentros, qué decir, cómo actuar, cómo amoldarme a la realidad, qué apostar, con qué seguir, qué dejar. A veces pienso que así, dentro de la agonía, de las pesadillas, de pensar en ese bote de pastillas después de una noche sin dormir, de poner otro capítulo más de la serie porque no quieres ir a la cama, porque sabes que te encontrarás allí con todos tus fantasmas, a veces pienso que así no se está tan mal porque me aterra lo que pueda venir detrás, el simple hecho de no ser capaz. 

Y voy a la compra, y paseo, y voy al baloncesto, y voy al cine, y voy al parque, y juego al fútbol con Mario, y paso todas las noches en casa aunque no duerma, aunque no me salga llorar, aunque haya vuelto esa barrera transparente que me separa de todo lo que amo, de decir la verdad, de abrazar... Estoy, ausente pero estoy. Y no sé si eso me impide avanzar, si así me conformo, como todos estos años me he ido conformando y aclimatando a vivir estando mal por miedo, por cobardía o por enfermedad.

¿Será mi culpa? Será mi culpa.

Eso pesa como una losa. Es un pensamiento tan poderoso como el de empequeñecerte y sentirte inútil y torpe al ver "Mediterráneo", al escuchar al fascismo hablar a tus espadas de Paracuellos, siempre Paracuellos, como escudo ante las miles de familias que buscan a sus seres queridos y tiroteados en las cunetas, vilmente asesinados, sin juicio, atados, indefensos. Y te empequeñeces en tu discurso diario y grandilocuente encerrado en una habitación de la que no te ves capaz de salir, de pasos que eres incapaz de dar y te preguntas si es que no puedes o es que no haces lo necesario para poder. 

¿Será mi culpa?

2 comentarios:

Madre de familia dijo...

Eres enorme, Iván... Pero no estamos todos hechos para este mundo. Cuídate mucho

Iván H. Bermejo dijo...

Muchas gracias por tus palabras, Madre de familia. Un saludo.