domingo, 17 de octubre de 2021

Terapia de pareja

 Jueves.

Duermo mal. Encadeno varios días de pesadillas sin apenas descansar. Se lo he comentado a Patricia. Llevamos varias semanas de intensa actividad. Ayer tuve que ir al dentista. Toda la mañana ocupado. Por la tarde, Patricia tenía academia. Toda la tarde solo con los niños. Fui a ver a mi padre, el viernes le tienen que hacer una operación menor. Compramos churros y nos fuimos a su casa a pasar un par de horas. Volvimos a casa. Sacar a Phoebe. Duchas, cena y a la cama. Sacar a Phoebe. Patricia llegó tarde, muy cansada. No recuerdo si hablamos. Creo que pusimos "La Casas de Papel" hasta que ella se quedó dormida. A mí me está volviendo costar conciliar el sueño, pero el día ha sido bueno.

El jueves es distinto. Casi no he dormido, he tenido pesadillas raras, me levanto cansado y agitado. Sacar a Phoebe. Preparo desayunos y merenderas para el colegio. El día va a ser intenso. Ir al colegio, hacer la compra, limpiar la casa, hacer la comida, buscar un hueco para escribir y meditar. Patricia me mando un whatsapp. Me duele la cabeza y estoy agotado. Se lo digo. Patricia llega tarde. Son más de las tres. Patricia me pregunta qué tal sigue y respondo con un suspiro "Bien". 

Mario tiene psicóloga a las 4. Termino de preparar la comida de Patricia, de recoger algunos platos y me echo un rato en la cama. 10 minutos. Tengo que coger a Mario y llevarle a Versus. Estoy agotado. Elena quiere hablar primero conmigo. Hablamos de Mario y de mí, de cómo estoy, de cómo he estado, de lo que estoy haciendo ocupándome de tantas tareas yo solo. Me anima. Entre Mario y yo salgo. Hablo por whatsapp con Patricia. Me pide que vaya a por ella para que estemos los dos cuando Elena nos haga el resumen de la terapia y nos indique los nuevos trabajos. Subo a casa. Pongo calcetines y zapatillas a Mateo, le cambio de camiseta mientras Patricia saca a Phoebe. No hay tiempo para mucho más. Bajamos a Versus. En la sala de espera Patricia me pregunta que me pasa. Yo le digo que estoy muy cansado. 

Salimos de la psicóloga de Mario y le llevamos a escalada. Sin preguntar, Patricia dice que podíamos ir a un parque cercano para hacer tiempo. Le digo que no podemos porque Candela está con su prima y su tía va a necesitar la silla del coche porque van a ir a montar a caballo. Le digo a Mateo que nos quedaremos en el parque de casa. Mateo protesta. Yo le digo que iremos al parque de casa. Patricia dice que no, que nos vamos a otro parque. Yo me quejo con un suspiro. Patricia pregunta ofendida qué pasa. Yo contesto que no cuenta con nadie. Ella explota "¡Estoy diciendo de ir a un parque, no de irnos cuatro días a la Conchinchina" estalla. Yo me callo. Visiblemente enfadado, me callo. Antes de llegar a casa, Patricia sentencia "No te preocupes, ya me voy yo sola con el niño a casa", en tono de reproche. Aparco. Medio llorando, entre dientes y con ira contesto "Gracias por tu comprensión". "Lo mismo te digo" me responde ella de igual manera. 

Entro en casa. La cabeza me palpita. Golpeo cosas. Tengo mucha ira acumulada. Me doy cuenta de que no me he tomado el lorazepam Me preparo un café, la pastilla y un paracetamol. Ha vuelto el dolor de cabeza. Me tumbo en la cama, a oscuras. Cierro los ojos y pienso en tomarme todas las pastillas que tengo en las distintas cajas de medicina. Pienso en que va a llegar a Raquel y le tengo que dar la silla. Pienso en que luego vendrá Patricia con Mario y los niños. Pienso. La idea no se va pero no es la huida que quiero. Tengo ira y tristeza, me siento solo e incomprendido. Llega Raquel a pedirme la silla. Se la doy y vuelvo a la cama. Realmente no sé qué más pasó ese jueves. Sé que le mandé a Patricia un mensaje disculpándome por no haberle dicho que no estaba en condiciones de hacer planes de otra manera. Ella asume que también saltó enseguida. Nos enviamos un Te quiero poco creíble. A partir de ahí, sólo recuerdo que llegó a casa y casi ni nos miramos. No hablamos. No se refirió al tema. No hubo abrazos, ni un gesto por parte de ninguno de los dos. Patricia hizo tortilla de patatas. Yo me encargué de las duchas. Patricia acostó a Candela, Mario y Mateo. Yo me acosté. Patricia fue a la habitación. La luz estaba apagada pero yo estaba despierto. No entró. No me abrazó. No me preguntó nada. Abrió, vio la luz apagada y se fue. Creo que durmió en el salón. Mateo vomitó por la noche. Ella fue la que le escuchó porque estaba en el salón. Patricia fue a dormir a Mateo y yo me quedé limpiando. Volvió a la cama a las dos horas.

El viernes nos despertamos igual. Mateo no iría al colegio. Yo había reservado este día para mí, para descansar, para estar disponible si mi padre o mi madre necesitaban cualquier cosa, pero me he preparado para los imprevistos. Patricia llevo a Mario al colegio y Candela se fue con su tía. Yo me quedé en casa con Mateo. Limpiamos, jugamos, bajamos al parque, hicimos la comida, vimos la tele juntos. Hasta me dejó hacer mis ejercicios mientras veía la televisión. Ni un mensaje de qué tal estaba yo durante toda la mañana. Vestí a Mateo y nos fuimos a por Mario y Candela. Comimos, llegó Patricia, casi no hablamos. Me preguntó por mi dolor de cabeza, le dije que me dolió pero que me tomé una pastilla y se me pasó. Patricia se acostó la siesta con Mateo. Yo dormí en su cama. Tuve pesadillas constantes. Nos despertamos, vimos otro capítulo de La Casa de Papel, casi no hablamos. El ambiente era tenso pero se iba aligerando. Yo necesito alianzas, no esta situación de enfado. Sin hablar del tema, vamos recuperando conversaciones y contacto. Estaba agotada, cada vez más cansado. Ese día jugamos a algo y después se quedaron jugando a la consola. Yo saqué a Phoebe, me encargué de otras tareas. Patricia hizo la cena. Yo me fui al ordenador. Cuando la cena estaba lista vino enfadada a decirme. "Iván, la cena". Nunca entra, nunca me abraza, nunca un ¿Qué tal estás? ¿Necesitas algo? ni un "Vamos a cenar, cariño". Volvería a pasar el sábado. Nos pusimos una serie, tuvo que parar el capítulo para sacar a Phoebe que necesitaba salir. 

La noche del viernes fue una pesadilla tras otra. Esa noche Mario duerme en nuestra cama. Yo acosté a Mateo. Cuando fui a mi cama no tenía espacio y me dormí en la litera de Mario. No dormí. O dormí pero no descansé. Tuve miles de terrores nocturnos vinculados con el trabajo. Me levanté ansioso, agitado. Como casi siempre, fui el primero en despertar junto a Candela. Cuando alguien se levanta, Phoebe ya se pone nerviosa, quiere salir y me busca. Así que acabé con mi estado de vigilia, me levanté y la saqué. Hacía frío y estuvimos poco rato. Se despertó Mateo. Se despertó Mario. A los 45 minutos, se despertó Patricia, que estaba mal del estómago. Ha estado todo el fin de semana con dolores y diarrea. El clima de tensión entre nosotros había bajado. Yo me había entregado a sus abrazos. Tengo la impresión de que fui yo el que abrazó y ella me apretó aliviada. Pero mi cabeza iba a mil. Me había levantado acelerado, con gran ansiedad, así que me dediqué a hacer cosas con el ordenador, a realizar urgencias olvidadas, a quererme. La verdad es que me costó desengancharme. Estaba hiperconectado, con la necesidad de contar cosas, de estar pendiente de competiciones, de partidos... De hacer mi trabajo. Era consciente pero no podía evitarlo. Saqué varias veces a Phoebe. Patricia jugó con los niños. No recuerdo bien el resto de la mañana. Terminé, estuve con ellos, con Mateo que quería jugar conmigo a la plastilina (estuvo todo el rato en la habitación mientras yo estaba con el ordenador), a la arena mágica. Terminamos e hice la comida. Patricia se fue a la cama con Mario y Mateo. Yo me quedé despierto escribiendo en el ordenador, viendo partidos. Se levantó y vimos el último capítulo de "La Casa de Papel", pusimos otro capítulo. No recuerdo que me preguntara que tal estaba. Creo que en algún momento lo hice y la respondí que mal, que muy agitado y con mucha ansiedad. 

En medio de todo eso, Patricia planteó al grupo de whatsapp de las amistades ir a una casa rural en el puente de Los Santos. No me había dicho nada antes. El plan estaba en marcha y yo no sabía como decir que no. No entendía nada. Hacía una semana, ante la inutilidad del buzón de cartas, di un paso más y la escribí por correo electrónico:

Hola, mi vida ¿Qué tal estás? Están siendo días agotadores y de mucha distancia, te echo de menos y, como me suele pasar, me atrinchero en mí mismo. Hay mil cosas que me gustaría decirte pero que luego nunca salen de mi boca. Hay cosas que me duelen y que no quiero que sigan creciendo. Tengo la sensación de la comunicación ha vuelto a romperse entre nosotros, a alejarse. Te he escrito varias cartas en nuestro buzón, pero lo he quitado porque seguían ahí y ni siquiera has preguntado. Y me he sentido muy lejos, muy roto, muy solo porque esa era la forma de comunicarnos que habíamos pactado y todo lo que no sé decirte a la cara se ha esfumado. No sé por qué, no sé qué ha pasado. A veces siento, y no te culpo, que prefieres no saber, supongo que tendrás miedo. A veces siento que quieres que este se solucione ya, pero sin pasar el dolor que conlleva, y eso es imposible. Hay muchas cosas que hemos dejado en el tintero. Creo que a ti te pasa un poco como a mí, preguntas por WhatsApp pero al llegar a casa la vida se llena de frases comunes y espacios vacíos. Yo lo estoy notando así otra vez y no quiero que vaya a más. Tampoco quiero culparte de nada, ni esperar a explotar para abordar la conversación desde la discusión. Quiero decirte las cosas con calma y por eso te escribo, desde el amor, la calma y la necesidad.

Sabes que estoy mal. No sé si fue el curso, no sé si es este imparable ritmo en el que se me acumulan tareas y me asfixio, no porque no tenga tiempo para descansar, es que no tengo tiempo para mí, para nosotros, para hacer mis tareas, para ordenar mis ideas, para ir construyendo mi futuro.

Agradezco mucho la idea que me has propuesto de Radio Ícaro. No me ha dado tiempo a buscar información, pero dame el teléfono o el correo para mandar el currículum. El problema es que no estoy en situación de buscar trabajo, estoy bajo de ánimo, de autoestima, muy lesionado en mi amor propio, en mis valías y no es la mejor forma de venderse a la hora de trabajar. He echado en falta preguntas. Que me preguntaras qué quería, qué pensaba, qué necesitaba, cuáles eran mis intenciones, aunque algunas ya las conté con Mario e Isa. No lo sé, sentí que buscaste una solución para mí, que agradezco y tengo en cuenta, pero sin mí. Igual me equivoco y es esta depresión la que lo trastoca y transforma todo.

En mi cabeza hay mil ideas, como siempre. Y poco tiempo. Quiero editar vídeos. Quiero tener tiempo y ánimo para editar el vídeo del 50 aniversario de mi padre, coger ese gustillo como cuando edité el de 40 cumpleaños que tanto disfruté. He pensado en buscar trabajo por ahí, con gente más fiable que Alcalá.

He pensado en aprovechar todos los esfuerzos que dedico a la falta de información de competiciones femeninas en los medios para hacer un documental o algo vendible. He pensado en crear mi propia empresa, o dar un nuevo uso a la Radio Caravana para hacer lo que nos gusta. Ya que está esa plataforma, podría ser una idea. He pensado en estudiar, en los carísimos master, en los larguísimos doctorados. Pero todo requiero de un tiempo y una fuerza que ahora no tengo. Todas las válvulas de escape son compatibles con Radio Ícaro, que tendríamos que saber realmente de qué va el proyecto y cuáles son las condiciones, pero puede funcionar.

He pensado en volver a trabajar a la radio. Curarme, respirar e ir y proponer: un espacio propio, una isla desierta en la que no sufra. Hablar con Antonio y que él me recoja de alguna manera en El Sol aunque sin cambiar el turno. Pero todo eso supone siempre un enfrentamiento para el que no estoy preparado y que tiene muy pocas probabilidades de éxito. Pero odio pensar que me voy a ir de allí con las manos vacías después de todo el daño que me han hecho, que van a conseguir que me vaya como quieren sin encima pagarme un euro. En fin.

Quería decirte estas cosas. También que este fin de semana me hubiera encantado ir a algún sitio: una pequeña escapada, a la Warner, no sé… Pero es que los días pasan y pesan demasiado. Este fin de semana creo que no será, aunque ahí está el cine que dan varias películas que nos pueden gustar. Y los planes… Pues no sé, porque siempre hay algo. La próxima semana, la operación de mi padre. Necesito calma y que la vida pare.

Te quiero mucho, amor. Siento no saber decirte estas cosas cuando llegas, construir ese muro invisible que nos separa y que me atormenta la cabeza. Luego nos vemos, mi vida.

Un beso.

No entiendo nada. Ella me contestó. Asumió que le cuesta, que es incapaz de estar bien, por mucho que se prepara, cuando yo estoy bien, que se siente egoísta pero que quiere ayudarme. Pero pasan estas cosas.

Terminó la serie, merendamos, saqué a Phoebe que estuvo toda la tarde nerviosa, jugamos a juegos de mesa y me vestí para ir con Mario y Mateo al parque para que Patricia pudiera descansar y prepararse el tema de la academia. Candela siempre se queda en casa.

Llegamos del parque. En el parque había mucha gente y lo pasé realmente mal, pero pude jugar, mantener la paciencia y a los dos contentos. Nos volvimos a casa. Saqué otra vez a Phoebe, que estaba muy alterada. Patricia me preguntó que tal y yo le respondí con un resignado "Bien, bien". Patricia hizo la cena. Yo, tras sacar por enésima vez a Phoebe, estaba tumbado a oscuras en la cama con una crisis de ansiedad. Patricia volvió a entrar en la habitación molesta "Iván, que está la cena" volvió a repetir tras abrir la puerta. Cenamos. Vimos la serie. Mateo había pegado patadas durante la serie y estaba castigado sin ver la tele en nuestra cama. Yo me lo iba a llevar a su cama, necesitaba descansar ya. Patricia le quitó el castigo. A penas tenía espacio en la cama para acostarme y no quise imponerme para hacerme hueco. No quería estar allí. No quería. Me fui a la cama de Mateo. A los 5 minutos, Patricia llegó sola diciéndome que Mateo se tenía que ir a la cama porque estaba dando patadas. Fui a por él, me pegó unas cuantas patadas en la cama hasta que por fin le calmé. Mario llegó enseguida para acostarse. Los dos se durmieron de inmediato. Creo que no fui ni a mi cama. Directamente, me metí en la cama de Candela y me dormí. 

He tenido pesadillas pero me he despertado mejor, no han sido tan agitadas. Me he despertado de buen ánimo, con buena voluntad de olvidar todo lo pasado, de reconstruir, de respirar y pensar en la terapia de pareja. Me he despertado a las 8.30hs junto a Mario y Mateo. He sacado a Phoebe. He vuelto a casa. He preparado el desayuno. Mario quiere ir a la Ciudad Deportiva. Mateo quiere jugar con la arena mágica. Yo recojo parcialmente la mesa. Patricia se despierta. La he dado un beso mientras estaba en el baño y la he preguntado qué tal estaba. Me duele cada vez que ella no me pregunta a mí. Ha llegado y ha cambiado todos los planes. Yo me he puesto a recoger. Ella se ha quedado con los niños. Yo me he venido al ordenador, ella ha entrado dos veces en la habitación. Ni una pregunta pregunta, ni una caricia, ni una mano en el hombro o en la nuca, ni un beso. No sé qué coño pasa. No sé cómo arreglar esto. No sé cómo puede solucionar una terapia de pareja algo que veo tan roto, una distancia tan sideral, una ausencia absoluta de la percepción de mi enfermedad, de mis crisis de ansiedad, de mis dolores físicos cuando llega, su necesidad constante de hacer planes, el dejar constancia de lo que supuso no salir en el último puente (aunque fuimos al baloncesto y dos días al cine, aunque yo fui al parque dos mañanas para que ella descansara).

Y aquí estoy. escribiendo esto completamente cansado y desesperado, al borde del llanto, del derrumbe. El suicidio ha vuelto a aparecer como idea, pero soy consciente de que no lo voy a hacer y que no es lo que quiero, ni para mí ni para mi familia, pero si nace una especie sensación de querer hacerme daño, de sufrir algún tipo de daño o crisis que contemple como enfermedad real y que la haga reaccionar. 

Lo intentaremos con la terapia de pareja, pero tengo un miedo atroz porque sé que después de eso, si no hay recuperación, si no encuentro su comprensión, el futuro debe ser por separado.

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