viernes, 29 de octubre de 2021

Parado

 No tener ganas de morir. Ya es una buena noticia en un día que transcurre a la carrera, entre plancha y ordenador, entre placeres y deberes, entre currículums que actualizar y llamadas a demorar, entre el volante y las palabras en los asientos de atrás, entre el truco y trato que da miedo sólo de pararte a pensar, entre mi vida presente que se escapa y el futuro que no veo. El pasado, el pasado es pesado.

Miro hacia atrás. Hace 10 meses que me medico, 9 meses que estoy de baja. He cambiado 3 veces de fármaco, he pasado por un ingreso hospitalario de 9 días, he tenido recaídas, un ajuste de medicación, una nueva subida de antidepresivos y la gran victoria del día es que ayer no quería morirme... Hasta las últimas horas del día, cuando la semana se me hace demasiado largo, cuando el jueves no acaba nunca, cuando el placer se confunde con dolor y el ocio en una especie de obligación, una concentración imposible ante una cabeza que no frena, que busca constantemente la respuesta pretendida, las preguntas exactas, la solución mágica.

A veces duelen las caricias por no saber corresponderlas. A veces duelen las palabras por ser solo silencio. A veces duelen los planes por ser parálisis y pretérito. Y miro a mi pasado, no encuentro el camino trazado, no sé responder si fue el correcto, si hice lo que quise o si me dejé llevar y, a partir de ahí, no hay mapa para los nuevos pasos que quiera dar, ni fortuna, ni oportunidades, ni zancada sin abismo y pavor, sin vértigo y culpa, sin desazón, desesperanza y desconfianza. En mí, en ellos, en este mundo que no entiendo. En las 1025 personas muertas o desaparecidas en el mar, en los desahucios que nadie puede parar, en las mujeres que huyen del horror de su hogar, en las que no pudieron huir, en los niños que crecieron solos, en los que buscan donde dormir, en las jóvenes a las que hoy van a intentar violar, en las manos que se resquebrajan para poder pagar 3 comidas al día, la luz, el butano, el alquiler, un nuevo sofá. 

Y yo aquí, paralizado, escribiendo sobre mis temores, sobre la careta que siempre llevé, sobre la sonrisa que perdí, sobre mi miedo a vivir, sobre mis ganas de morir, sobre el pavor a no estar aquí, sobre el terror a no saber estar ni qué hacer ni cómo avanzar. 

Miro las pastillas, pienso en el pasado y me pregunto ¿y qué pasaría si no me las estuviera tomando? ¿Qué está pasando? ¿En qué me estoy o nos estamos equivocando? ¿Por qué no ando? ¿Cuál es el siguiente paso?

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