Triste. Cansado y triste. Agotado, apesadumbrado y triste. Sin solución, sin compañía, sin ayuda. Sin descanso.
Todo vuelve a su cauce, al mismo sitio. Los silencios, las órdenes, las huidas, las respuestas sin preguntas. El miedo y el escudo, el caparazón y el enfado de la tortuga. Lento y escondido, sin querer mirar, viendo lo que se quiere ver.
Triste, cansado, desamparado. Un teléfono que comunica, el mismo mensaje repetitivo en el contestador, pocas palabras e innecesarias, la distancia en medio metro.
Triste. Triste y agotado, desesperanza agarrada al pecho y la garganta. Un llanto que no sale, como las palabras precisas, como las preguntas necesarias. Sólo respuestas y una coraza.
Y otra vez la muerte, su sombra, su guadaña, su silencio y su sigilo, su presencia perenne, su canto de alivio, de sueño definitivo, de descanso interrumpible.
Triste. Triste, cansado y solo.
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