sábado, 16 de octubre de 2021

Queriéndome. Construyéndome.

 Me duele el pecho. Tengo el pulso acelerado y me tiemblan las manos. Estoy nervioso. Anoche me costó dormir. Esta mañana me he despertado con ansiedad. Sueños y pesadillas durante la noche. El trabajo, una constante en mi cabeza. He soñado con el trabajo durante las pocas horas que he tenido los ojos cerrados. Con ideas que tengo en la cabeza y que se esfuman cuando me despierto, con proyectos maravillosos que están solo en sueños y con el futuro que mi cabeza imagina para mi vuelta a la radio. Me preocupa todo.

No sé explicarlo. Me dieron de baja tras un fin de semana en el que conduje con crisis de ansiedad, en el que sentí miedo y me sentí más vulnerable que nunca, en el que creí destrozado todo mi sistema de trabajo, todos mis proyectos, todas mis ideas. Sentirte inútil, mirar atrás y ver cómo arrasan con todo lo creado, con todas las ilusiones puestas en cada programa, en cada partido, en cada pieza, en cada corte, en cada boletín. 

Y no me he repuesto todavía de eso. Mi cuerpo y mi cabeza piden lo mismo que temen. En mi mente ya hay ideas, salidas, propuestas, soluciones, planes... En mi cerebro sólo aparecen incertidumbres, miedos, vacíos, silencios y tiempos en pausa. 

Me estoy reconstruyendo, autofelándome que dirían Fernando Gallego o Javier Ortiz, tratando de volver a montar las piezas del puzzle buscando en aquellos lugares en los que fui feliz.

Yo construí esa felicidad. Estaba al borde del derrumbe cuando llegó la pandemia. El 8 de marzo alcé el hilo de voz que me quedaba. La amistad que une con ciertas deportistas, su cercanía y generosidad conmigo cada vez que he pedido algo, completó una idea que atormentaba mi cabeza desde hacía años: saber qué quieren de los medios ellas y qué damos. Ese fue mi último programa antes del confinamiento.

Una semana después, ya no habría fútbol ni programación deportiva de fin de semana, aunque sí había competiciones y Carolina Marín y César Castro brillaban en Reino Unido. Aún recuerdo como si fuera ayer aquella conversación con César tras batir su Récord de España de 200l. En unas semanas iba a ser el Open de Primavera que nunca se produjo y en el que iba a lograr la mínima olímpica que nunca llegó, aunque la tiene en sus brazos. Salí de la radio sin saber que iba a tardar 3 meses en volver. 

La semana siguiente, el trabajo ya tuvo que ser desde casa. No tuve nunca acceso a los medios de la empresa, nunca conseguí conectar mi portátil a la red interna, renové mi ordenador para intentar mejorar mi labor pero, salvo para conseguir audios en directos, lo único que tenía en mis manos era mi Iphone (cuya batería fue muriendo lentamente) y mi IPad. Con ellos hice cosas que jamás pensé de poder hacer, una forma de radio que siempre quise poner en práctica pero que ni se pide, ni se piensa ni llega a aparecer salvo pocas excepciones. Nadie me pidió nada. Sólo tenía que hacer boletines informativos y me obsesioné con dar la mejor y mayor información posible, preguntando sobre distintas ligas, leyéndome y desgranando BOE y DOE, escuchando las ruedas de prensa para buscar la novedad del día, que cambiaba poco. Había que informar y mi obsesión era buscar noticias. Nunca me sentí tan periodista como en ese tiempo. Era el cariño del equipo del fin de semana y mi voluntad de servicio público las que me empujaban. Yo cobraba y tenía que responder con todo lo que sé, aunque no siempre lo haya demostrado.

Entonces, empecé a hacer llamadas. O, mejor dicho, a conversar por whatsapp. Los audios y la amabilidad del deporte de Extremadura me salvaron en pandemia, me permitieron explorar y explorarme, primero para el informativo del fin de semana y, cuando este fue recortado, para nuevos horizontes: El Sol en un primer momento y Minuto 30 después. Había mil historias que merecían ser contadas y a las que casi no se prestaban atención en la vorágine informativa de la desinformación y la incertidumbre que hacían, como casi siempre, al fútbol masculino protagonista. Y así empecé a tirar de mi agenda personal y buscar cosas que contar. De algunas no tengo más que el recuerdo, como la protesta de los clubes de Superliga 2 sobre cómo iban a finalizar la liga o las opiniones de especialistas en los Juegos Paralímpicos sobre el aplazamiento o el mantenimiento de la fecha cuando aún había dudas. Agustín Rubio, Juan Antonio Valle, Juan Bautista Pérez, Loida Zabala, Isabel Yinghua Hernández... Sus voces ponían luz y pensamiento lo que podría pasar. 

Ya digo, de aquellos reportajes no conservo nada. Piezas que editaba para el informativo y morían según salían. Luego todo cambió y empecé a pensar en dar una mayor vida a aquellas historias, aunque nadie jamás consideró que tuvieran valor suficiente como para ser subidas a la web del canal de forma separada o destacarlas. Trabajaba sólo, con la ayuda, los consejos y el ánimo que me mandaban Charo, Pedro, Calero, Juanje o Isa cuando necesitaba saber que lo que hacía tenía sentido. Los reportajes se convirtieron en una costumbre, en una obligación que pasaba desapercibida. Incluso hubo alguna vez que se pusieron en el orden inverso al que deberían y así, yo salí hablando de una muy trabajada pieza sobre la "nueva normalidad" una vez que abrieron los CAR y CNTD el martes en vez del lunes, el día que entraba en vigor la normativa. Sentí en esas fechas como mis reportajes eran mero complemento, los 4-5 minutos que rellenaban un hueco de media hora de deporte, que casi no eran escuchados por quienes se encargaban de emitirlos. Nadie me dijo nada sobre ellos, salvo algún oyente (de la casa y de fuera) que me hizo sentir a salvo. Fueron muchos meses de teletrabajo. Muy duros. Jornadas de 12 horas sin medios, sintiéndome casi abandonado, cogido sólo por las manos del equipo del fin de semana, intentando informar y no ser repetitivo, buscar novedades constantes y dar luz a todo lo que ocurría, sobre todo cuando volvió el deporte y con ello los campeonatos de España y demás pruebas.

Hoy me veo con la necesidad de compartir todo aquello que murió según se emitió. De hecho, los reportajes no se pueden recuperar ni en la web porque el cambio de página borró todo lo anterior. 

Durante esos meses trabajé duro. Trabajé muchas horas, durmiendo en el mismo sitio en el que tenía que currar, sin descanso a penas, sin que se respetasen algunos derechos básicos como las 12 horas de descanso. Creo que hice un buen trabajo pese a lo que me dijeron aquel penúltimo día en el que la ansiedad ya se adueñó de mi personalidad. Y lo voy a compartir, poco a poco. No sé si será el principio de algo o si será el final, pero es una buena oportunidad para rescatar un blog que mandé al olvido.

Espero que os guste.

http://lalineade675.blogspot.com/

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